martes, 7 de septiembre de 2010
Una Semana y Contando...
Al cerrar la puerta recuento los días. Una semana y contando. Me siento en la taza del baño para hacer pipi y escucho que desde la ventila de la calefacción se filtra la música de mi vecino o vecina. Me sonó a persa, pero no lo sé, no soy experta en el tema. Ahh, la música, delatora de nostalgias. Tanto la comida, como el idioma nos une con ese cordón umbilical que ya no alimenta nada, más que el recuerdo. O las múltiples llamadas telefónicas para sentirse un poco más allá que acá… y no hablo de muerte, si no de la distancia. La semana pasada cuando aún no estaba en este departamento, me instalé en un hotel. La chica que servía el desayuno, aprovechaba furtiva los momentos de pocos comensales para escabullirse, encorvándose; pues realmente no existía un lugar en donde esconderse más que la parte baja de una barra para servir jugo y cuernos. Tomaba entre las manos el teléfono que por el tamaño parecía muy antiguo, bueno, no tanto pero no lo recuerdo tan bien… Abría la mano con la tarjeta blanca y letras negras que ya es tan conocida para los que vivimos en el extranjero y marcaba, esperaba la señal, marcaba, esperaba la nueva señal –si quiere seguir en inglés, marque el 9; si quiere seguir en francés marque el 1; si quiere salir del menú marque 0 ; si quiere volver a escucharlo…- Se le soltaba la lengua como tarabilla, se que hablaba en árabe e imagino que preguntaba por la familia, por los sobrinos, por el exnovio que tal vez aún vive en su lugar natal o por la comedia de las 6 o por el último chisme. ¡Yo qué se! Pero automáticamente se le iluminaba el rostro y tal vez, sólo por eso valía la pena despertarse temprano y ver miles de caras que tal vez nunca volverá a ver, ni mucho menos ellos a esta. ¿Cuántas caras habremos visto en la vida y están metidas en nuestro archivo personal? Personas que únicamente vimos una vez y ya nunca más la volveremos a ver, pero genialmente el cerebro construye mapas de cada una de estás y cuando vemos a alguien tratamos de embonarlo con alguno que tengamos en la cabeza. Si esto no sucede automáticamente, generamos otro plano para poder archivarlo. No sé porqué cuento esto, creo que mi cerebro está lleno de varios datos inútiles que punzan como tiro al blanco (un muñequito de feria.) Acertar, tal vez es eso lo que nos lleva a caminar con las raíces desnudas. ¿Qué estamos buscando? ¿Será un algo, será un alguien? ¿Será nuestra sombra o lo que hay debajo de ella? Aún no puedo contestar ninguna de las miles de preguntas que me genera el tema. Sé que uno busca algo mejor, que ese es el motorcito de los que abandonan lo conocido o será acaso el miedo… Curiosamente, ahora confundo el allá y el acá, cuando volaba a miles de metros de altura me preguntaba si iba o venía, tal vez las dos.
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1 comentario:
Unos cuantos acentitos que faltan, particulitas de palabra que van unidas y otras que se separan según la Academia, el orden de las ideas: eso habrá que revisar.
Aunque, por otro lado, el texto recrea bien la atmósfera del que no sabe si viene o va. Dicen que eso pasa cuando un avión se vuelve tu segunda casa. O la tercera. O hasta la sexta.
Tengo una pregunta: ¿hacía calor ese día? o fui yo quien pensó en un día caluroso en el texto.
:D
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