Nunca me sentí tan libre como cuando llegué a esa ciudad lejana. El clima, más cálido de lo que imaginaba, y la noche fueron el mejor recibimiento que pude haber tenido en muchos años. La distancia, el anonimato, la arquitectura, y la muchedumbre con su actitud "Je m'en calice" fueron esa bocanada de aire fresco que llenó todos los vacíos -alguna vez- pensados imposibles de llenar.
La ambigüedad de lo desconocido, como la sonrisa que esconde un rasgo de amargura, apenas si se amoldaba a lo que yo era en aquel entonces: una invitación a la certeza que no terminaba de concretarse; un árbol fecundo pero sin raíces, dispuesto a hundirse en todas las tierras del orbe.
Nunca lloré tanto como en ese avión de regreso. No por el regreso en sí, sino por el dolor de las raíces arrancadas de la tierra.
Nunca lloré tanto por dejar a nadie atrás. Él, a quien tanto había esperado, se quedaba atrás, con parte de mí en sus manos.
Ahora miro con recelo la posibilidad del regreso; temo que esa ciudad que me incubó no sea la misma que cuando me fui de ella; sin embargo, tengo la certeza de que Él va a estar ahí, de que ese crecimiento que quedó interrumpido volverá a tomar forma; temo por todos los obstáculos que tengo enfrente; temo por el tiempo y los rastros de humanidad que ha impuesto en mí.
Nunca antes tuve miedo. No obstante, creo en la libertad.
domingo, 3 de abril de 2011
domingo, 23 de enero de 2011
No todos los elefantes son rojos
Hoy me di cuenta de la importancia de cambiar completamente de sociedad para darse cuenta de la relatividad de las cosas.
Estaba yo en la ducha pensando qué me iba a poner hoy, en cuantas capas de ropa debía ponerme para los 30 grados bajo cero de hoy, cuando me acordé del frío de la casa chilena cuando hacen 10 grados afuera y unos 15 adentro cuando mucho. Recordé la humedad entumecedora de aquellos cubos de cemento y el terror de pensar en la cuenta del agua y del gas que lo hacían salirse del agua caliente tras tres o cuatro fantásticos minutos. Si es que ese día no se había cortado el agua en todo el barrio. Me consolé. No hace frío, estoy en Canadá en una casa canadiense.
Luego para pasar el rato entre el champú y el acondicionador, me puse a cantar. "Un elefante se columpiaba sobre la tela de una araña. Como veía que resistía fue a buscar un camarada." Y me acordé que ese mismo elefante, en México, simplemente va a buscar "otro elefante". ¿Será que en Chile los elefantes son comunistas?
No sé. Pero donde sea, el frío y los elefantes son relativos.
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