sábado, 21 de agosto de 2010
Entre dos estaciones
Ya no me bajo más del ruidoso tren que solía tomar para volver cansado del digno-miserable laburo que ocupaba entonces. No tengo que contener mi respiración cuando paso la carnicería de la esquina y no hago más la cuenta de las seis cuadras que separaban "nuestra casa" de la boca del subte. No pienso más en mis viejos amigos entre dos tragos de Malbec. Ya no suspiro más la mitad restante de mi alma en las agotadoras colas de Migraciones, del Carrefour o del Santander Rio. No tengo que esconder mi plata en mis medias al salir de aquella ni temer el ataque nocturno de la drogadicta y sus enanos. No me preocupo más por tener cambio cuando salgo comprar unos Phillip Morris a los chinos.
Ya no me tengo que aguantar esas cosas. No me bajo más en Congreso. Ya no pasa nada...Nada de nada...
Ahora, a una vida de distancia, me bajo a estación Laurier. Cuento hasta 500 y estoy en "mi casa" donde libero mi mente del nuevo trabajo execrable pero respetable que me conseguí. De ahí no se ve la punta del Obelisco, ni se ole el olor tentador y azucarado de los churros. Sin embargo se respira la tranquilidad cloroformiza y tranquilizadora de la nieve. Por fin puedo empujar la puerta de un Tim Hortons y juntarme a los morning-robots. Sí sí! Volví a mi existencia de siempre...
Abracé a la soledad masiva, besé al Gran Hermano y me senté a admirar de nuevo el cómodo curso de aquel viejo río que me había emborrachado durante tantos años. Ahora sí, durmiéndome con el chapoteo del rió, ya puedo descansar. Ahora si, se acabó mi fuga. Se termine, hasta que pueda oír el chillido del tren llegando del centro, y me regocijo a la idea de hacer de vuelta la cola en la estación Congreso...
Bad Geranium
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